No hay nada de malo en ser competitivo. Pero hay una competencia saludable y una competencia poco saludable, dice Jim Thompson, fundador de Positive Coaching Alliance. Así es como puedes mantener positivo el impulso de tu hijo por ganar.

  1. Sé un buen ejemplo

    Piensa en tu propia naturaleza competitiva. Tal vez no te guste el ajedrez, el fútbol, ​​el juego Minecraft o compartas la pasión de tu hijo. Pero considera las formas sutiles en las que podrías estar influyendo en la racha competitiva de tu hijo. Obtuve este consejo del libro del psicólogo deportivo Joel Fish (101 Formas de ser un excelente padre deportivo) y me recordó hacer una introspección. No practico deportes en equipo, pero soy notablemente competitivo en mi carrera y en la cocina (¿sopa de langosta, alguien?). La forma en que exprese mis propias decepciones influirá directamente en mi hijo; la próxima vez que mi novela sea rechazada o el asado de cerdo esté demasiado cocido, incorporaré la charla “no se puede ganar siempre” en la conversación de la cena.

  2. Encuentra nuevas válvulas de escape

    Encuentra otras áreas para canalizar ese impulso competitivo donde tu hijo pueda buscar la victoria. Si le gusta una actividad individual como el ajedrez, exponlo también a los deportes de equipo y viceversa. Ese es el consejo que recibí de Friedman. “Eso podría hacer que él o ella comprendan mejor a los demás”, me dijo. “O proporcionar una válvula de escape para esa energía sin el impacto negativo (aunque a veces positivo) de estar en un equipo”. Para que experimente ser parte de un equipo, motiva a tu hijo no atlético a que asista al campamento de teatro en lugar de una clínica de fútbol.

  3. Di no. (Está bien.)

    No olvides la competencia entre padres, es decir la presión social por competir. ¿Estás inscribiendo a tu hijo en un estresante programa de canto porque tu amiga Heather inscribió a su hijo en él? ¿O forma parte de dos equipos de fútbol en el otoño porque los hijos de tu hermano están haciendo eso? ¿O porque tu hijo quiere hacer las dos cosas? “Debí haber sido más inteligente y darme cuenta de que menos es más, y que no es una buena idea aceptar todas las invitaciones”, dijo Mark Hyman, autor de (Hasta que duele: la obsesión de Estados Unidos con los deportes juveniles), un libro inspirado en las lesiones de su hijo por jugar demasiado al béisbol. No tengas miedo de que tu hijo pase una temporada sin practicar deportes. Si tu hijo tiene la oportunidad de jugar para los Gigantes de San Francisco, sus posibilidades no se verán arruinadas si se pierde una temporada de las Pequeñas Ligas.

  4. Concéntrate en el trabajo escolar de tu hijo

    Si sus calificaciones son más importantes para tí que el resultado de su partido de tenis o si toda esa práctica de canto no lo lleva a ninguna parte, entonces crea normas para enfatizar lo que debe ser una prioridad. ¿Sacó menos de 80 en la prueba de matemáticas? Omite la práctica de las Pequeñas Ligas y pídele que revise el material que supuestamente aprendió antes de la prueba. “Muchas escuelas secundarias tienen reglas como esta”, me recordó Hyman. “No puedes jugar en un equipo interescolar a menos que tengas un cierto promedio de calificaciones”.

  5. Toma en cuenta la panorama general

    Nunca pierdas de vista el panorama general. Si estás frustrado por cómo se manifiesta la racha competitiva de tu hijo en este momento, intenta mirar hacia el pasado y hacia el futuro. ¿Recuerdas cuando tu campeón de clavados tenía 3 años y se negó a ir a la piscina y te preocupaste por esta situación durante semanas? Panorama general: la infancia está en constante evolución; los niños cambian constantemente.

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