Era el día del concierto de invierno de segundo grado. Sandra (nombre ficticio) observaba desde la primera fila mientras la clase de su hijo entraba en fila al escenario. Cuando los niños comenzaron a cantar, observó que su hijo se llevaba la mano a la cabeza repetidamente para darle vueltas a un mechón de cabello. Una y otra vez, bajaba la mano, solo para volverla a levantar segundos después. “Deja de jugar con tu cabello”, le comunicó en silencio desde el otro lado de la sala con todas sus fuerzas, con la esperanza de que las palabras encontraran la manera de llegar a la cabeza de su hijo. “Era muy llamativo”, recuerda Sandra. “Noté que había comenzado a hacerlo unas semanas antes del evento, pero no me había percatado de que se había convertido en un hábito de tal magnitud”.
Unos meses antes, recordó Sandra, su hijo había adoptado el hábito de entrecerrar los ojos, frunciendo el ceño algunas veces cuando alguien le hacía una pregunta. Y antes de eso, era un bostezo repetitivo que no parecía estar relacionado con el cansancio. Nunca se había preocupado mucho por estos comportamientos, pero ver cómo su hijo jugaba con su cabello en público le hizo cuestionarse si algo podría andar mal. “No manejé muy bien la situación”, admite. “Por suerte le mencioné mi preocupación a la directora, quien me dijo que parecía ser algo que mi hijo probablemente superaría en poco tiempo si yo no le prestaba atención. Y tenía razón”.

¿Qué hay detrás de ese comportamiento?

Jugar con el cabello, lamerse los labios, aclararse la garganta, resoplar; aproximadamente a partir de los 3 años y hasta etapas avanzadas de la escuela primaria, los niños son propensos a desarrollar todo tipo de comportamientos repetitivos, algunos más problemáticos que otros. Puede que hayas escuchado hablar de un tipo de comportamiento recurrente llamado “tic”. Y puede que lo sea, pero no necesariamente.
“Los verdaderos tics tienen una base neurobiológica”, señala el Dr. Kurt Freeman, profesor de Pediatría y director del Programa de Tratamiento de Pediatría Conductual en la Universidad de la Salud y la Ciencia de Oregón. Existen muchas definiciones sobre los tics, explica Freeman, pero estas se reducen a un par de características principales: Los tics son movimientos o sonidos repetitivos y no funcionales que son breves y repentinos por naturaleza.

Los tics son más comunes en los chicos que en las chicas. Los niños con tics crónicos (que duran más de un año) tienen más probabilidades de ser diagnosticados con TDAH o TOC. Los tics podrían desaparecer por un tiempo y luego reaparecer. Los padres podrían observar que el comportamiento desaparece durante una actividad que a su hijo le divierta y le exija concentración como tocar la guitarra, y podría hacerse más frecuente durante momentos de estrés, enfermedad, fatiga o aburrimiento.

Sin embargo, solo porque tu hijo haya desarrollado una tendencia a bostezar, pestañear o resoplar de forma excesiva no significa que tenga un trastorno de tics (o tan siquiera un tic de verdad). “Existe una diferencia entre los tics y lo que podríamos llamar hábitos y comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo” (como darle vueltas a un mechón de cabello, morderse la camisa o comerse las uñas), explica Freeman. “Estos comportamientos podrían ser tics, pero también es posible que no lo sean”.

Estos tipos de comportamientos son bastante comunes. Un 25 por ciento de niños mostrará al menos un tic o un comportamiento similar a un tic durante su infancia. La mayoría de estos son conocidos como tics transitorios; desaparecen en cuestión de un mes.

“Si observas a un grupo de niños pequeños, de kínder o primer grado, notarás que muestran todo tipo de comportamientos repetitivos que, en realidad, son un refinamiento sensorial (acciones como saltar y girar son algunas de las más comunes). Hasta el 25 por ciento de los niños tendrá algún tic (por ejemplo pestañear, movimientos de cabeza y cuello y aclararse la garganta) pero la mayoría disminuye sin ningún tipo de tratamiento”, señala Matt Specht, psicólogo de la Clínica de Trastornos de Tics y Comportamientos Repetitivos de Johns Hopkins Medicine.

Una advertencia importante: La aparición repentina de tics o movimientos involuntarios sin propósito en los niños podría ser una señal del síndrome neuropsiquiátrico de inicio agudo pediátrico (PANS, por sus siglas en inglés) o el trastorno pediátrico neuropsiquiátrico autoinmune asociado a infecciones por estreptococo (PANDAS, por sus siglas en inglés). De acuerdo con (enlace en inglés), estos dos síndromes complejos y relacionados suelen ser pasados por alto por los doctores que suponen que no existe una causa médica subyacente para los síntomas psiquiátricos del paciente. Los padres que estén preocupados por el comportamiento recurrente de su hijo deberían comenzar por ir al pediatra, quien puede decirte si tu hijo debería ser sometido a una prueba de estreptococo, el cual se cree que provoca el PANDAS, o ser derivado a un neurólogo o a una clínica especializada en el tratamiento de estos síndromes.

Cuando no exista una causa médica, aconseja Freeman, es mejor tratar de no darle tanta importancia al comportamiento. “Incentivamos a los padres a ser menos reactivos y más objetivos respecto a estos comportamientos y a limitarse a supervisar, buscando orientación de su médico de atención primaria en caso de que los comportamientos persistan”, explica.

“Si los padres quieren explorar el tema con su hijo, el momento ideal para hacerlo es cuando los tics no están ocurriendo; podrías decir, ‘oye, he notado que te aclaras mucho la garganta, ¿lo has notado?’ sin juzgar”.

Si un par de avisos no logran acabar con el comportamiento, haz tu mejor esfuerzo por ignorarlo. Hacer notar el tic de tu hijo una y otra vez, o regañarlo o castigarlo por ello, puede empeorar la ansiedad del mismo y aumentar incluso más la frecuencia del comportamiento.

Usar estrategias

El tratamiento principal para los niños con tics consiste en tratamientos conductuales que abordan las condiciones ambientales que contribuyen a los tics y en proporcionar a los niños estrategias para manejarlos, señala Specht. Algunas de estas estrategias pueden ser útiles independientemente de que el comportamiento recurrente de tu hijo califique como un tic o no.

“Desde un punto de vista no médico, los tipos de intervenciones para los tics y los comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo son muy similares. En cuanto al diagnóstico, existe una diferencia, pero a nivel de comportamiento, es probable que usemos estrategias que coinciden bastante con estos últimos”, explica Freeman.

Estas estrategias incluyen métodos que los padres pueden usar para apoyar y motivar a su hijo, y estrategias que los niños pueden usar para controlar su comportamiento. Un especialista también puede ayudar a los niños y a las familias con el lenguaje que se debe emplear para hablarle a otros niños sobre la naturaleza de estos movimientos, y a los maestros en cuanto a cómo responder de forma adecuada.

Las estrategias suelen ser la parte sencilla, afirma Specht, quien trabaja en un DVD orientado a los padres de niños con trastornos de tics, con el propósito de orientarlos sobre cómo trabajar con sus hijos. “La parte más difícil, sobre todo cuando los tics son más intensos y complejos, es lograr que el niño las ponga en práctica, y es ahí cuando un terapeuta cognitivo conductual puede ayudar”.

Manteniendo la concentración

Pasaron 6 años. El hijo de Sandra no había mostrado comportamientos recurrentes durante años. Se había convertido en un niño alegre y seguro de sí mismo, que resultó tener pasión por la actuación. Y entonces, poco antes de la apertura de un espectáculo que duraría todo el verano, comenzó a darle vueltas a los mechones de su cabello otra vez.

“Esta vez, mantuve la calma”, recuerda Sandra. Junto a su hijo, ideó un micromovimiento que este pudiera hacer cada vez que sintiera que la mano comenzaba a dirigirse hacia su cabello. Cuando estaba en el escenario, formaba un círculo con su pulgar y su dedo índice y frotaba las puntas de ambos dedos. “Era perceptible si te fijabas de forma consciente, pero era un movimiento tan sutil y diminuto que no distraía a nadie”. Y después de aproximadamente una semana, cuenta Sandra, su hijo no necesitó hacerlo en absoluto.

Ese tipo de estrategia podría funcionar en un niño con un comportamiento leve, señala Specht, quien agrega que, aunque generalmente aconseja intentar sustituir el comportamiento repetitivo por un movimiento menos notorio, puede que lo más importante sea ayudar al niño a recuperar la concentración. “Los niños que presentan este tipo de comportamientos repetitivos muchas veces son distraídos de forma continua por estas experiencias somatosensoriales, sensaciones corporales internas que se alivian al realizar la acción, que es una especie de fallo cerebral, por decirlo de alguna manera”. Nos interesa que el niño vuelva a concentrarse en el evento más importante que está ocurriendo (lo que sucede en el aula de clases, o en este caso, la acción en el escenario) en lugar de responder a la distracción de la experiencia sensorial. También es importante reforzar los resultados positivos diciendo: “Vaya, ¡es increíble que estés actuando!”, en lugar de enfocarse en el comportamiento repetitivo. Esto le hace saber al niño que es especial no por sus tics, sino porque no permite que estos le impidan alcanzar sus objetivos.

Para saber más sobre tics y trastornos de los tics, visita .

Nota del editor:

Un agradecimiento a los lectores que señalaron que la aparición repentina de movimientos repetitivos involuntarios en los niños podría ser un síntoma de PANDAS o PANS, dos síndromes complejos y relacionados que son producto de una infección que altera el funcionamiento neurológico. Esta historia ha sido revisada para aclarar que, en caso de estar preocupado por un cambio repentino en el comportamiento de tu hijo, tu primer paso debería ser una cita con el pediatra. Para obtener más información sobre PANDAS/PANS, visita (enlace en inglés) o (enlace en inglés) en Stanford Children’s Health.