Cuando tenía unos 2 años, mi dulce y enérgico niño empezó a golpear a sus amigos, a su papá y a mí. Algunas veces los golpes eran debido a la emoción, pero también era la rabia que resultaba de que le pidieran que hiciera algo que él no quería hacer: compartir, bañarse o vestirse. No hay nada como el sonido de la mano de tu hijo golpeando la cara de otro niño, (seguido por la reacción horrorizada de la mamá del otro niño) para echar por la borda tu ambicioso estilo de enseñanza. “Di que lo sientes” ha salido de mi boca con mucha más frecuencia de lo que me gustaría. He tratado de hacerle ver que hirió al otro niño diciéndole cosas como: “¿Ves a ese niño llorando? Está llorando por lo que le hiciste”. También he tratado de darle una indicación diciendo: “¿hay algo que le quieras decir?”.

Al igual que mi táctica, los resultados son variados. Algunas veces, H., que ahora tiene 3 años y medio, dice “lo siento” en un tono que no es precisamente el que debería. Otras veces ve la cara triste de su amigo y le ofrece una disculpa sincera y un abrazo, y algunas veces simplemente se niega, más que nada porque cree que no hizo nada malo.

Quiero criar a un niño que sea amable, que asuma la responsabilidad cuando no lo sea y que pueda perdonar a otros. Hacer que se disculpe parece ser la forma, y ciertamente parece ayudar a apaciguar a los padres de los otros niños, pero los expertos dicen que una disculpa obligada no enseñan en realidad a los niños a ser amables. Incluso una disculpa real, con frecuencia, no es suficiente.

“‘Lo siento’ es muy útil en nuestra sociedad. Es importante cuando tropiezas con alguien en la tienda de comestibles”, dice Joanna Faber, una maestra en la crianza de los hijos y autora del libro . “Es una fórmula de cortesía”, pero para las peleas en las que participan los niños, no es tan útil. “Si un niño le ha dado un empujón a otro niño en la cabeza”, dice Faber, “una disculpa no parecen suficiente”. Y si obligamos a un niño a disculparse, “con frecuencia no es algo muy sincero”.

Planteando soluciones

En lugar de obligar a pedir disculpas, Faber sugiere ayudar al niño a plantear soluciones. “Cuando se derrama la leche necesitamos una esponja, no necesitamos un lo siento”, dice ella. “Incluso si el niño dice ‘lo siento’, podrías decir: ‘oigo que sientes haberle pegado a Cindy, ¿qué deberíamos hacer para ayudarla a sentirse mejor?’”.

Faber tiene un enfoque general que enseña a los padres para que lo utilicen con sus hijos cuando le hayan hecho daño a otro niño.

  1. Reconoce los sentimientos que precedieron a la acción perjudicial. Di algo como: “Alex tumbó tu torre. Eso es realmente molesto porque trabajaste muy duro para hacerla”. Mostrarle a tu hijo que entiendes que no es una mala persona puede ayudarle a calmarse.
  2. Señala el problema. “Incluso si estás enojado, no puedes lastimar a tu hermano”.
  3. Encuentra una forma de plantear soluciones. “¿Qué podemos hacer para que se sienta mejor?”. Haz sugerencias. A Faber le gustan los pequeños ofrecimientos: una galleta o un juguete pequeño para compartir.
  4. Idea estrategias para la próxima vez. Luego, cuando tu hijo esté calmado, habla con él sobre otras cosas que puede hacer en lugar de golpear, en caso de que ocurra de nuevo. Por ejemplo, llamarte a la habitación cuando hay una amenaza para su torre; o poner delicadas estructuras de juguetes fuera del alcance de hermanos menores.

Faber dice que este proceso con frecuencia hace que los niños se emocionen por poder ayudar a arreglar cosas. En uno de los talleres, una madre tenía un hijo que continuamente destruía cosas en la casa con marcadores, crayones e incluso tijeras. Un día vio a su hijo recortando los bordes de una alfombra. Ella aplicó las lecciones del taller y, en lugar de gritarle, le dijo: “No me gusta ver eso. Mi mamá me regaló esa alfombra. Eso me molesta mucho”.

“Habló acerca de sus sentimientos en lugar de atacar al niño”, dice Faber. Luego, en vez de castigarlo o forzarlo a decir lo siento, le dijo: “Los bordes deben emparejarse para que no estén desiguales”. Ella sostuvo los bordes mientras el niño los recortaba de forma recta. Luego, él dijo “lo siento”, de forma natural. Cuando el niño derramó agua en una ocasión posterior, dijo: “El agua se derramó, ¿podemos arreglarlo? ¿Qué debo hacer?”. Nunca más fue igual de destructivo.

Sintiéndose mejor

Y, sin embargo, las disculpas sirven a un propósito. determinaron que “lo siento” es importante, al menos para un grupo de niños entre 6 y 7 años. En el primer estudio, los investigadores hicieron que los niños construyeran torres con vasos de plástico. Luego, se les pidió a los niños que imaginaran cómo se sentirían si alguien derribara su torre y luego se disculpara espontáneamente, se disculpara después de que se lo indicasen, ofreciera una compensación, o no hiciese nada. Los niños predijeron que se sentirían mejor y compartirían más con alguien que ofreciera arreglar las cosas y se disculpara naturalmente. Pensaron que si la disculpa era sugerida o si la persona no decía nada, continuarían sintiéndose mal y poco generosos hacia ellos.

En el segundo estudio, los niños hicieron la misma actividad de construcción de la torre y los investigadores derribaron sus torres. Cada niño recibió una de las cuatro respuestas a la destrucción. La única que en verdad les hizo sentir mejor fue: una oferta de compensación, o el planteamiento de soluciones que enseña Faber. Pero, curiosamente, los niños compartieron más las calcomanías que les dieron con los investigadores que se disculparon (por sugerencia o no) y que plantearon soluciones. Compartieron menos y se sintieron mal, con aquellos que no dijeron ni hicieron nada. La conclusión del estudio es: “la compensación puede reducir los sentimientos heridos y reparar relaciones en los niños; las disculpas sirven principalmente para reparar las relaciones”. De modo que las disculpas sugeridas pueden, de hecho, construir puentes incluso cuando no hagan sentir mejor a la parte ofendida. Y tales enmiendas son poderosas.

Cómo disculparse

Eso no significa que debemos obligar a los niños a disculparse, pero podemos ayudarles a aprender a hacerlo con dignidad. Un estudio de la Escuela de Educación para Graduados de Harvard determinó que los niños tenían más posibilidad de sentirse mejor, considerar a un transgresor como agradable y tener empatía con el transgresor cuando recibieron una disculpa.

Y las disculpas sinceras pueden conducir al perdón, lo que la investigación demuestra que saca el aguijón de las heridas y es un ingrediente esencial para una vida feliz y saludable. Dependiendo de la gravedad de la ofensa y la relación de las personas involucradas, dicen los investigadores, el vínculo entre las disculpas y el perdón es fuerte. En un estudio publicado en la Revista Journal of Personality and Social Psychology, los investigadores encontraron que, entre los adultos, las disculpas afectan la capacidad de la parte herida para tener empatía con el transgresor, lo que facilita el perdón. Y cuando los niños perdonan, los beneficios pueden ir más allá de simplemente sentirse mejor.

“Si va a tener lugar una reconciliación, la noción de disculpa es muy útil”, dice Robert Enright, profesor de psicología educativa de la Universidad de Wisconsin-Madison, quien ha escrito muchos libros sobre el perdón y enseña a grupos alrededor del mundo a cómo perdonar y pedir disculpas. Él dice que unas disculpas satisfactorias tienen que incluir la expresión de arrepentimiento y ofrecer soluciones a los problemas.

No puedes forzar las disculpas. “Tiene que salir de la persona”, dice él. “Si estás alrededor de un niño y dices: ‘¡Discúlpate!’, va a ser algo poco sincero. Tiene que haber arrepentimiento primero. Las palabras en sí mismas pueden ser vacías”. Él sugiere alentar, en su lugar, a la empatía. Por ejemplo, después de que un niño golpee a su hermano, podrías preguntarle: “¿Cómo crees que se siente tu hermano ahora mismo? ¿Cómo te hace sentir? ¿Qué te gustaría hacer considerando cómo te sientes ahora?”. dice Enright. El niño podría responder naturalmente disculpándose, u ofreciendo un abrazo o algún otro gesto.

¿Qué clase de persona deseas que sea tu hijo?

Observé que mi compulsión por obligar a mi hijo a pedir disculpas con frecuencia estaba motivada por una presión social, real o percibida. Le describí una situación a Faber para ver cómo puedo reaccionar mejor la próxima vez. Mi hijo, alto para su edad, estaba corriendo con otros niños cuando una niña más pequeña se dirigió hacia ellos, atraída por la emoción. H. la empujó y ella cayó al suelo, llorando. Con ocho padres observando, le hice que se disculpara con la niña que lloraba. “¡Pero ella estaba en mi camino!”, protestó él, para finalmente decir “lo siento” a regañadientes. Me sentí mal por el comportamiento de mi hijo y por mi reacción.

Faber dice que la próxima vez puedo decir: “¡Lo sentimos mucho!” de parte nuestra tanto al niño como a los padres, y luego llevar aparte a H. y reconocer en privado sus sentimientos (“ella estaba en tu camino y tú estabas disfrutando al correr”), citar el asunto (“pero tú la lastimaste”), y ofrecer alguna clase de solución al problema que él pueda hacer (“démosle una galleta”). Y, posteriormente, si es apropiado, podríamos hablar sobre lo que él podría hacer en su lugar la próxima vez que un niño esté en su camino.

Tal como lo observa Faber, necesitamos pensar acerca de la clase de ser humano que deseamos que sea nuestro hijo. “Quiero que mi hijo sea esa persona que, si pide prestado algo a un amigo y lo rompe, no diga simplemente, ‘Oh, lo siento’”, dice Faber, sino que sea una persona que ofrezca reemplazarlo. O si dice algo que hiere los sentimientos de otra persona, quiero que reconozca tales sentimientos: “veo que te lastimé con ese comentario imprudente. Me hubiese gustado pensar más antes de hablar. Eso no ocurrirá de nuevo porque valoro nuestra amistad”.

Aunque no puedo decir que espero lidiar con más situaciones que involucren los impulsos de mi hijo, de alguna manera estoy agradecida de que tendré otra oportunidad (pronto, supongo), para encaminarlo a ser esa clase de persona.

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