Las investigaciones sobre la resiliencia resaltan la considerable influencia que puede tener incluso un solo adulto para ayudar a los niños con problemas de aprendizaje y atención a ser cada vez más optimistas y exitosos. El difunto Julius Segal denominaba a esa persona como un “adulto carismático”, señalando que este era un adulto con el que los niños “se sienten identificados y de quien obtienen fuerza”. Segal observó: “Y en un sorprendente número de casos, esa persona resulta ser un maestro”. Como es de esperarse, los maestros y las escuelas desempeñan un papel importante en determinar el sentido de autoestima y dignidad de un niño.
Maestros positivos y carismáticos
¿Cómo pueden los maestros actuar como adultos carismáticos? Ciertamente, deben implementar intervenciones particulares para reafirmar la autoestima y resiliencia de los estudiantes. Sin embargo, si se quiere que las estrategias sean efectivas, los maestros que las usan deben tener una mentalidad o un conjunto de premisas positivas sobre sí mismos y sobre sus estudiantes:
- Todos los estudiantes desean aprender y ser exitosos en la escuela. Si no lo son, tenemos que esforzarnos en entender la naturaleza de sus problemas de aprendizaje.
- Si los estudiantes están demostrando actitudes contraproducentes, tales como rendirse, no intentarlo o actuar como el payaso o bravucón de la clase, debemos reconocer que estas son estrategias de afrontamiento que suelen camuflar sentimientos de vulnerabilidad, baja autoestima y desesperación. En lugar de imponer consecuencias disciplinarias, debemos preguntarnos cómo podemos minimizar la desesperación que experimentan estos jóvenes día tras día.
- Si queremos reducir el uso de estas conductas de afrontamiento infructuosas, tenemos que educar a estos jóvenes de la forma más óptima. Esto implica que, como educadores, primero tenemos que cambiar nuestro enfoque y estilo de enseñanza si queremos que los estudiantes con problemas de aprendizaje adopten un enfoque más positivo y optimista. Tenemos que sentirnos cómodos al adaptarnos cuando sea necesario.
- Cada niño o adolescente tiene “islas de competencia”, o áreas de fortaleza, que deben ser identificadas, reforzadas y valoradas por los educadores. Un modelo basado en fortalezas no niega los problemas del niño, sino que reconoce la importancia de usar las fortalezas como un componente importante del programa de intervención.
- Tenemos que invitar e involucrar activamente a los estudiantes en su propio proceso educativo.
Fomenta la autoestima y la resiliencia en la escuela
Si se aceptan los principios de esta mentalidad, entonces es más fácil que los educadores recurran a la teoría de la atribución para ofrecer criterios de referencia para respaldar la autoestima y el optimismo. Esta teoría nos guía directamente a encontrar maneras para que los jóvenes con problemas de aprendizaje tengan un sentido de propiedad, control y responsabilidad cada vez mayor respecto a sus éxitos y vean los errores como experiencias de las cuales aprender en lugar de sentirse derrotados. A continuación, presentamos varias estrategias fundamentales con ejemplos de cómo los maestros podrían lograr este objetivo. Cada educador debería aplicar estas estrategias de la forma que más se ajuste a las necesidades específicas de cada estudiante.
Desmitificar los problemas
Un primer paso para ayudar a los niños con dificultades de aprendizaje consiste en que los maestros y los padres aprecien la naturaleza de los problemas, ayuden a los niños a entender sus fortalezas y debilidades de aprendizaje particulares, y realicen los ajustes necesarios en los programas de la escuela. Cuando dirijo evaluaciones psicológicas/educativas, busco reclutar a los niños, al igual que a los padres y a los maestros, como “socios” activos en la evaluación. Les pregunto a los niños sobre sus fortalezas y debilidades de aprendizaje. Suelo quedar muy impresionado con su capacidad de articular su perfil de aprendizaje. Describo la evaluación como un intento de entender de forma más clara sus fortalezas y debilidades, de manera que juntos podamos determinar los mejores métodos para garantizar su aprendizaje.
Cuando completo una evaluación, me siento con el joven para revisar los hallazgos, resaltando tanto sus islas de competencia como sus áreas de dificultad, y lo que podríamos hacer para fortalecer las áreas de dificultad. Generalmente, escribo un reporte especial para cada niño, agradeciéndole por cooperar conmigo y detallando (en un lenguaje que pueda entender) los hallazgos más importantes de la evaluación y las intervenciones que, en mi opinión, podrían ayudarle. Es importante mencionar que las intervenciones surgen de las discusiones que tengo con los padres y los maestros.
Mi buen amigo, el Dr. Mel Levine, a través de sus obras y conferencias ha demostrado de forma magistral la importancia de desmitificar las fortalezas y problemas de aprendizaje de los niños. Mientras más elocuentes sean los estudiantes respecto a su estilo de aprendizaje, mejor equipados estarán para abogar por aquello que necesitan en el entorno escolar.
Adaptaciones en el aula que maximizan el éxito
Si todos los niños aprenden de forma distinta, tiene un sentido intrínseco que los eduquemos mediante el método que mejor funcione para ellos. Los tipos de adaptaciones que suelo recomendar no requieren de grandes modificaciones en el programa de un estudiante, ni exigen que el maestro deba tener planes educativos distintos para cada estudiante del aula. Lo que se necesita es que todas las partes involucradas (estudiantes, maestros y padres) entiendan las fortalezas y debilidades del niño, definan expectativas y objetivos en común, y reconozcan los pasos necesarios para alcanzar esos objetivos.
Algunos maestros han planteado la interrogante de si es “justo” realizar adaptaciones para un estudiante, sobre todo si otros estudiantes se sienten ofendidos. Aunque entiendo esta preocupación, creo que, ya que todos los niños son diferentes y aprenden de forma diferente, sería más injusto tratarlos igual a todos. Sin embargo, el problema de la igualdad debe ser abordado de forma abierta para evitar que otros estudiantes comiencen a sentir resentimiento hacia aquellos estudiantes que están recibiendo atenciones especiales. Por este motivo, propongo que las escuelas usen los primeros días del nuevo año escolar (aunque nunca es demasiado tarde) como un período de “orientación”. Durante este período, los maestros no se concentrarían en contenido académico, sino que usarían el tiempo para crear un entorno dentro del aula de clases donde todos los estudiantes tengan la oportunidad de crecer.
Por ejemplo, para reducir la posibilidad de que los niños sientan que un maestro es injusto porque algunos estudiantes podrían estar trabajando más que otros, el maestro podría usar el primer día de clases para explicarles a los niños que todos los estudiantes son distintos, que algunos estudiantes leen más rápido que otros, que algunos pueden resolver problemas matemáticos con mayor destreza, que algunos pueden correr más rápido que otros. El maestro podría decir entonces que, teniendo en cuenta estas diferencias, se plantearán objetivos y expectativas distintas respecto a la cantidad y al tipo de trabajo que será asignado a cada estudiante. El maestro puede agregar: “Me preocupa que puedan comenzar a sentir que estoy siendo injusto, pues estos sentimientos podrían interferir con el aprendizaje. Por lo tanto, si en algún momento sienten que no estoy siendo justo, por favor díganmelo, de manera que podamos discutirlo”.
Los comentarios que he recibido indican que cuando un maestro presenta el tema de la “igualdad” antes de que se convierta en un problema, nunca se convierte en un problema y permite que el maestro se adapte a las necesidades de cada estudiante sin que surjan sentimientos negativos. Obviamente, los maestros deberían compartir este mensaje de igualdad con los padres, quizá enviándoles a casa una breve explicación de la filosofía de la clase.
Como mencioné anteriormente, los tipos de modificaciones que he recomendado generalmente no requieren de cambios drásticos. Un maestro que recientemente leyó varias de estas recomendaciones resaltó: “Son bastante razonables”. Las siguientes son una pequeña selección de esas adaptaciones:
- Debería eliminarse el límite de tiempo para las pruebas. He conocido estudiantes con problemas de aprendizaje cuyas calificaciones han mejorado de forma considerable al realizar las pruebas sin límite de tiempo, y aun así solo necesitaron un par de minutos adicionales. Eliminar la presión del tiempo disminuyó su ansiedad.
- Puede definirse un tiempo máximo para las tareas. Opino que, si la mayoría de los miembros de una clase pueden resolver seis problemas de matemáticas en 15 minutos, entonces, de ser posible, los maestros deberían fijarlo como el tiempo máximo. Si algunos estudiantes solo pueden realizar tres problemas matemáticos en ese margen de tiempo, los tres problemas deberían ser aceptados. Pedirles a los estudiantes con problemas de atención y aprendizaje que les dediquen una cantidad excesiva de tiempo a las tareas no solo es contraproducente en términos de aprendizaje, sino que también aumenta la tensión en el hogar.
- Debemos garantizar que los estudiantes sepan cuáles son las tareas asignadas. Muchos estudiantes con problemas de aprendizaje tienen dificultades para copiar las instrucciones de las tareas de la pizarra. Proporcionarle un “programa” mensual de tareas al niño puede ser de mucha ayuda. Algunos maestros le asignan a un compañero de la misma clase que se asegura de que el niño tenga claro cuál es la tarea asignada.
- Los niños deberían poder usar la computadora para hacer sus tareas. Muchos estudiantes que tienen dificultades para plasmar sus ideas en papel lo hacen mucho mejor en una computadora. A pesar de ello, conozco maestros que aún sienten que “los estudiantes tienen que aprender a escribir”. Con esto se refieren a escribir con un lápiz o bolígrafo. En mi opinión, si a los estudiantes se les dificulta escribir con un lápiz o bolígrafo pero les resulta más sencillo expresar sus ideas mediante una computadora, debería permitírseles hacerlo.
Enséñales a tomar decisiones y a resolver problemas
Siempre resalto que una característica básica de la resiliencia y la autoestima alta es la idea de que tenemos control sobre muchas áreas de nuestra vida y que podemos describir dichas áreas con precisión. Esta idea se encuentra asociada al sentido de propiedad, una base fundamental para la motivación. Si deseamos que nuestros hijos desarrollen este sentido de control, es indispensable que les brindemos a temprana edad las oportunidades para aprender y aplicar habilidades de toma de decisiones y resolución de problemas.
Cuando consulto con escuelas y tengo la oportunidad de entrevistar a estudiantes, suelo preguntarles: “¿Qué elecciones o decisiones has tomado este mes en la escuela?”. Las elecciones y decisiones tienen que estar presentes si queremos ayudar a los estudiantes con problemas de aprendizaje a desarrollar un sentido de propiedad y a abogar por sus propias necesidades.
Los maestros pueden brindar elecciones de distintas formas. Algunos ejemplos son:
- Los maestros de una escuela asignaron cierto número de problemas matemáticos como tarea, pero les dijeron a los estudiantes: “Es decisión de ustedes. Revisen los seis problemas y resuelvan cuatro que consideren que los ayudarán a aprender mejor”. Al ofrecerles a los estudiantes la opción de “hacer menos”, los maestros recibieron más tareas terminadas que en el pasado, sobre todo porque los estudiantes obtuvieron un mayor sentido de propiedad.
- Cuando los niños están teniendo dificultades para aprender, resulta provechoso discutir con ellos lo que consideran que sería más útil e intentar ciertas estrategias. Tal como la Dra. Myrna Shure ha descubierto con su programa “I Can Problem-Solve (Puedo resolver problemas)”, incluso los niños pequeños son capaces de sugerir distintas opciones que optimicen su propio aprendizaje.
Haz que los niños contribuyan
La autoestima y la resiliencia son fomentadas cuando los niños reciben oportunidades para contribuir a su mundo y al bienestar de los demás. En mi investigación, descubrí que cuando se les pregunta a los adultos: “¿Cuál es uno de tus recuerdos más positivos sobre la escuela en tu época de estudiante, un recuerdo que involucre las palabras o acciones de un adulto que fomentaron tu motivación y autoestima?”. La respuesta más frecuente suele girar en torno a alguna ocasión en que les pidieron que ayudaran de alguna manera.
Por este motivo, cuando consulto con educadores, les pido que hagan una lista de sus estudiantes e indiquen lo que cada uno aporta al entorno escolar. He descubierto que cuando los estudiantes sienten que están marcando una diferencia positiva, se sienten más motivados a tener un buen desempeño y están más abiertos a tomar riesgos apropiados en el aprendizaje. Estos actos de empatía pueden ser vinculados fácilmente con las actividades académicas. No debería haber un solo estudiante en la escuela que sienta que no está contribuyendo a crear un mejor entorno escolar. Algunos ejemplos:
- Se les puede pedir a los estudiantes con problemas de aprendizaje que les lean a niños más pequeños.
- Un educador que conozco reclutó a adolescentes con problemas de aprendizaje para promocionar una venta y sorteo de pasteles, donde todas las ganancias irían a parar a una familia necesitada de la comunidad. Este educador señaló que la autoestima de los estudiantes mejoró a medida que usaban las numerosas habilidades académicas involucradas en el proyecto benéfico.
- Los estudiantes pueden hacerse cargo de plantas en la escuela, pintar murales o colgar pinturas favoritas.
- Algunas escuelas usan grupos de aprendizaje cooperativo con el propósito de que los estudiantes ganen experiencia trabajando en equipo y ayudándose mutuamente. Para algunos jóvenes con problemas de aprendizaje, es la primera vez que se dan cuenta de que tienen algo que aportar a la escuela.
Está bien cometer errores
A todos los estudiantes les preocupa cometer errores y quedar en ridículo. Sin embargo, los jóvenes con problemas de aprendizaje suelen experimentar más situaciones de fracaso que los niños de la misma edad que no tienen estos problemas. Por lo tanto, son incluso más vulnerables y temerosos respecto al fracaso.
Se sienten especialmente “expuestos” en la escuela, pues es un entorno donde sus problemas de aprendizaje son muy evidentes. Si queremos evitar que los estudiantes pierdan la esperanza y tiren la toalla, tenemos que ayudarlos a desarrollar una actitud más positiva respecto a los errores.
Una de las formas más efectivas de manejar el miedo a cometer errores y fracasar es discutir este temor directamente con los estudiantes incluso antes de que se cometa algún error. La mejor manera de hacerlo es durante el período de “orientación” que se mencionó anteriormente. Una de mis técnicas favoritas para cumplir este objetivo es que los maestros pregunten al inicio del año escolar: “¿Quién siente que va a cometer un error y a fallar al intentar entender algo en las clases este año?”. Antes de que los estudiantes respondan, los maestros pueden levantar sus propias manos y discutir sobre su época como estudiantes, cómo les preocupaba cometer errores y cómo esto interfirió con su aprendizaje. Posteriormente, pueden involucrar a la clase en una discusión de resolución de problemas sobre lo que pueden hacer como maestros y lo que la clase puede hacer para minimizar el miedo al fracaso y a hacer el ridículo. Se pueden establecer reglas sobre cómo elegir a los estudiantes que participarán en clases y cómo el maestro y los demás estudiantes deberían actuar cuando un estudiante no sepa una respuesta.
Reconocer abiertamente el temor al fracaso le resta poder y lo hace menos destructivo. Vincular esto con una discusión sobre cómo todos aprendemos de formas distintas y tenemos distintas fortalezas (islas de competencia) y debilidades sienta las bases para un entorno escolar lleno de respeto y comprensión. Este entorno logrará que los estudiantes con problemas de aprendizaje se sientan respetados y su autoestima, motivación, esperanza y resiliencia serán nutridas.
Uno de los regalos más valiosos que podemos darles a los niños y adolescentes con problemas de aprendizaje es desarrollar su sentido de dignidad y resiliencia. Espero que esta serie de artículos haya sido útil para reflejar el mundo de estos jóvenes y lo que podemos hacer para ayudarlos a que lleven vidas más satisfactorias, gratificantes y exitosas. Un legado maravilloso que podemos dejarles a estos niños y estudiantes es ser adultos carismáticos en sus vidas, sabiendo que han “obtenido fuerza” de nosotros.