Hace poco, me desperté a las 3 de la mañana con pánico: ¿Mi hija de 4 años ya debería estar leyendo? A ella le encanta que le leamos y reconoce algunas palabras sencillas, pero aún no lee sola. ¿Deberíamos enseñarle a leer? ¿Acaso no leí las instrucciones que explican cómo hacerlo?
Esta angustia apareció justo cuando empezaba a relajarme, pensando que habíamos salido de la primera infancia relativamente ilesos. No recuerdo la última vez que mi hija hizo un berrinche. Por fin está superando la fastidiosa fase de la “voz de bebé”. Y ahora podemos salir de casa en menos de cinco minutos si tenemos que hacerlo, con los zapatos (y la ropa interior) puestos y el pelo casi peinado.
Sin embargo, en medio de aquella noche oscura, estaba segura de que mi marido y yo habíamos fracasado en una de las pruebas cruciales de la crianza: nuestra hija aún no sabe leer.
A la mañana siguiente, lo primero que hice fue pedir el libro Teach Your Child to Read in 100 Easy Lessons y respiré aliviada por no haber descuidado una responsabilidad clave de la crianza. Pero cuando recibí el libro unos días después, me sorprendió lo poco fáciles que parecían esas 100 (¡100!) lecciones. Ahora está acumulando polvo en una estantería de mi dormitorio.
En la última década se ha hecho cada vez más fuerte la necesidad de empujar a los niños, incluso a los más pequeños, a leer y a alcanzar otros hitos académicos. Y cuando eres el padre de uno de esos niños, es difícil no prestarle atención. ¿Quién no se pregunta de vez en cuando si el preescolar basado en el juego, está realmente preparando a su hijo para la lectura en el kínder? ¿Quién no quiere que su hijo sea tan listo como el niño precoz de tres años de un amigo que ya sabe leer Huevos verdes con jamón? ¿Quién no sueña con que su hijo vaya a Harvard o Stanford?
La ansiedad de los padres por la lectura temprana
Algunos de los hallazgos que los padres encuentran en el camino hacia el kínder alimentan la preocupación por los niños pequeños y la lectura. Estos son:
- la calidad del entorno lingüístico de un niño a los tres años es un fuerte predictor de su rendimiento en lectura en el 10.° grado
- el vocabulario de un niño a los 4 años predice su comprensión lectora en el 3.° grado
- y el más aterrador de todos: un niño que no lee bien en el 3.° grado tiene cuatro veces más probabilidades de dejar la escuela sin graduarse que un lector competente, según una investigación de la Annie E. Casey Foundation.
Las preocupaciones de los padres (y los ataques de ansiedad antes del amanecer) han alimentado un próspero mercado de programas de lectura temprana, libros y otros productos. El problema, dicen los investigadores, es que nadie sabe si instigar a tu hijo pequeño a leer marca alguna diferencia. “No hay pruebas de que enseñar a los niños a leer pronto sea bueno”, dice la Dra. Susan B. Neuman, profesora de educación de la University of Michigan, especializada en el desarrollo de la alfabetización temprana. “Tampoco hay pruebas que digan que sea algo malo, pero simplemente no hay pruebas en absoluto, por lo que los padres podrían estar perdiendo una buena parte de su propio tiempo y el de sus hijos, cuando podrían estar haciendo otras cosas que realmente fomenten la alfabetización temprana”.
Aun así, con la gran atención nacional prestada a la alfabetización en los últimos 20 años, por no hablar de la feroz competencia por matricularse en las mejores escuelas y universidades, muchos padres se sienten cada vez más presionados para que sus hijos lean lo antes posible para garantizar su éxito académico.
“Vemos a muchísimos padres que intentan enseñar a sus hijos a leer muy pronto. En la infancia, de hecho”, dice Neuman.
“Creemos que parte de esta instigación temprana podría estar más centrada en las necesidades de los padres que en las de los niños”.
“El fenómeno me parece chocante”, dice la Dra. Shannon Ayers, exprofesora adjunta de investigación del National Institute for Early Education Research (NIEER) de la Rutgers University. “Pero no culpo a los padres. Todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. Pero oyen hablar de esta supuesta ‘ventana de oportunidad’ antes de los 5 años y se asustan. La conclusión es: sí, hay habilidades críticas que tu hijo pequeño necesita antes de entrar en la escuela, pero estas habilidades son las que puede aprender jugando y a través de sus experiencias vitales, no con fichas”.
Lo que necesitan los niños pequeños para leer
De hecho, las pruebas han demostrado una y otra vez que los niños muy pequeños aprenden mucho más jugando que en un entorno académico “estricto”, según Alison Gopnik, investigadora de la University of California en Berkeley y autora de . El juego de simulación enseña a los niños a comprenderse a sí mismos y a su mundo, los lleva a adaptarse mejor en la escuela y los ayuda a convertirse en lo que ella llama “pensadores flexibles y sofisticados”.
Joan Kelley, exinvestigadora de lenguaje y alfabetización en Harvard University y fundadora de , cree que parte del problema es que los padres no saben realmente lo que hace falta para aprender a leer, por lo que están dispuestos a gastar mucho dinero en productos que prometen soluciones concretas. “Aunque los niños necesitan conocer las letras y los sonidos, eso es solo una pieza de un rompecabezas muy complicado cuando se trata de cómo aprenden los niños a leer”, dice.
Kelley afirma que lo más importante que pueden hacer los padres es crear un entorno lingüístico rico en casa. Esto significa trabajar para equilibrar la charla instructiva que mantenemos con nuestros hijos todo el día (“Lávate los dientes”, “dale de comer al perro”) con lo que Kelley denomina lenguaje “elaborativo”. Ella utiliza el ejemplo de llevar a un niño de 1 año en un cochecito y ver un cartel de “Gato perdido” en un poste de teléfono. Podrías pasar de largo o podrías explicar el cartel diciendo algo como: “¡Oh, no! Alguien ha perdido a su gato. Mira, el cartel dice que se llama Lulú. La abuela tiene un gato que se llama Cucú. Lulú-Cucú, Lulú-Cucú. ¡Eh, eso rima! ¿Crees que Lulú podría estar escondida en un árbol? Echemos un vistazo”.
“El lenguaje elaborativo establece conexiones en el cerebro: casi puedes ver cómo se conectan las neuronas”, explica Kelley. “Cada vez que veo a un padre hablando por teléfono mientras lleva el cochecito, me estremezco y pienso en todas las oportunidades de construir el lenguaje que se están perdiendo”.
La profesora de educación Susan Neuman está de acuerdo en que apoyar el aprendizaje de tu hijo pequeño no requiere una preparación especial ni productos caros: solo significa estar presente. “Los padres pueden apoyar la alfabetización temprana simplemente aprovechando todas las rutinas habituales de su día: ir al supermercado, ir al banco, seguir una receta”, dice Neuman. “Todas estas actividades acostumbran a los niños a ver la letra impresa en entornos funcionales y les ayudan con la lectura”.
Cuándo preocuparse por la lectura… y cuándo no
Hay niños a los que leer se les da muy fácilmente y niños en el otro extremo del espectro a los que les cuesta mucho. Pero Ayers dice que los niños que se encuentran en medio de la curva de campana, la gran mayoría, deberían aprender a leer a un ritmo normal con el estímulo y el apoyo adecuados.
En general, los niños empiezan a leer más tarde que las niñas, los niños suelen mostrar interés y empezar más tarde, pero suelen ponerse al día enseguida una vez que empiezan, según Neuman. Ella recomienda adaptar el tiempo de lectura a la energía motriz de un niño: que sea breve, dulce y relevante.
Normalmente, la mayoría de los chicos empiezan a leer en el 1.° grado. Si al principio del 2.° grado tu hijo no ha mostrado interés por la lectura o un maestro te ha planteado dudas sobre sus progresos en la lectura, Ayers dice que no debes entrar en pánico, pero sí tomar medidas decisivas. “En cuanto seas consciente de un problema, tienes que empezar a intervenir”, dice. “Refuerza su entorno de lectura tanto en la escuela como en casa y apóyalo como puedas”. Plantéate consultar con un especialista en lectura si el problema persiste.
Pero lo más probable es que hayas estado haciendo lo correcto todo el tiempo. “Lo mejor que puedes hacer es hablar con tus hijos y leerles desde la más temprana edad”, dice Kelley.
Formas de apoyar la alfabetización temprana desde casa
- Visita la biblioteca todas las semanas y hazte amigo del bibliotecario infantil para que te recomiende libros buenos y apropiados para su edad. “Tener libros nuevos cada semana genera entusiasmo por la lectura”, dice Kelley. “Consigue todo tipo de libros: que tengan un lenguaje repetitivo, libros que les supongan un pequeño reto, canciones infantiles”.
- Anima a tu hijo a escribir. “Dale un bolígrafo y un papel cuando estén jugando al restaurante para que tome nota de tu pedido”, dice Ayers. “Es asombroso ver la progresión de garabatos a letras reales con el tiempo”.
- Muéstrale a tu hijo tanto libros de no ficción como de cuentos. “Algunos niños pequeños, sobre todo los varones, se sienten atraídos por los libros de información en vez de los de cuentos”, dice Neuman.
- Usa libros impresos en lugar de electrónicos. Ayers cita una investigación que demuestra que, con los libros de cuentos electrónicos, los padres solo hablaban del libro el 59 por ciento del tiempo (el resto del tiempo se dedicaba a decir “pulsa este botón”, etc.), mientras que, con un libro tradicional, el 92 por ciento del tiempo de los padres se dedicaba a hablar de la historia.
- Expón a tus hijos a grandes ideas. “En lugar de la típica conversación de ‘¿Qué tal te fue hoy?’, háblales de algo que hayas leído y que te haya parecido interesante”, dice Kelley. “Esto estimula y entusiasma a tus hijos y les ayuda a prepararse para entrar en el mundo de la lectura con más comprensión”.