El hijo de Elissa*, Max*, era un niño amable, inteligente y curioso. Sin embargo, al cumplir 14 años, relata Elissa, “No paraba de tomar malas decisiones que le estaban trayendo consecuencias muy graves”. Estas decisiones incluían no asistir a la escuela con frecuencia, desaparecer de casa durante un día o más y experimentar con drogas. Durante este período tan difícil, cuenta la madre, “revisaba su teléfono todo el tiempo. Él salía de la habitación a darse un baño y yo entraba a su habitación”. Elissa, madre de dos hijos y radicada en Denver, también revisaba las conversaciones de su hijo en Facebook y el historial de llamadas, habiendo memorizado los números de todos sus amigos. ¿Estaba Max organizando una reunión para drogarse? ¿Con quién iba a reunirse? “Mi esposo y yo perdimos la cabeza haciendo esto”, comentó sobre los tres años donde toda la confianza y comunicación con su hijo se habían desmoronado por completo. Hoy en día, Max de 23 años, se ha alejado de las drogas y vive solo. Elissa reflexiona sobre aquellos tumultuosos años adolescentes y explica que obtener la ayuda que su hijo necesitaba superó cualquier preocupación sobre respetar su privacidad. “Si otro padre me preguntara: ‘¿Debería revisar el teléfono de mi hijo?’, yo diría: ‘Tienes que hacer lo que consideres necesario para salvar la vida de tu hijo’”.
Darle a tu hijo su primer teléfono celular no es tan distinto de entregarle su primer juego de llaves del auto. Le estás confiando un poderoso dispositivo que requiere de decisiones maduras. Además, a medida que tu hijo avanza de la preadolescencia a la adolescencia, la mayor parte de su actividad en internet podría estar oculta para ti, incluyendo conversaciones sobre conductas arriesgadas o situaciones peligrosas.
Vale la pena mencionar lo obvio: que los niños siempre han tenido conversaciones con sus amigos a espaldas de los adultos. Los niños y adolescentes han tenido derecho a su privacidad desde mucho antes de la invención de los teléfonos; es difícil imaginar a cualquier padre sensato afirmando lo contrario. Por lo tanto, ¿por qué habría de ser distinto con los teléfonos? Quizás porque permiten que los adolescentes se comuniquen en secreto con sus amigos todo el tiempo o porque el teléfono es un diminuto portal a posibles peligros como los acosadores cibernéticos, foros dedicados a conductas peligrosas y los depredadores virtuales. También, quizás porque los teléfonos permiten espiar de maneras que los padres no podrían haber logrado en el pasado. (enlace en inglés) con teléfonos admite haber revisado los mensajes de texto de su hijo. Además, en un estudio realizado a más de 1.000 padres y 1.000 adolescentes, el 86 por ciento de los padres afirmó que supervisaba las actividades de su hijo en distintos dispositivos. Un poco más de la mitad de los padres que no lo admitieron dijeron que creían que se trataba de un abuso de confianza. Los padres razonables podrían preguntarse: ¿dónde debería trazarse la línea entre respetar la autonomía del adolescente mientras se le mantiene a salvo? ¿Resulta aceptable en ocasiones leer los mensajes de texto de tu hijo o husmear de alguna manera sus actividades en internet?
¿Deberías leer los mensajes de texto de tu hijo? Depende.
John Duffy, un psicólogo familiar radicado en Chicago, dice que cuando la seguridad está en riesgo, sin lugar a duda deberían leerse. “Habrá ocasiones donde es aceptable revisar el teléfono de tu hijo”. Duffy, autor de (enlace en inglés) , dice que si tu hijo está poniendo su seguridad o la de alguien más en riesgo, y si la única forma de mantenerlo a salvo es revisando, entonces debes hacerlo. Sin embargo, agrega esta poderosa advertencia: Establece las reglas de antemano con tu hijo y asegúrate de que sepa que si te preocupa su seguridad, te reservas el derecho de revisar. “El error que cometemos como padres es que no aclaramos de antemano que habrá ocasiones en las que revisaremos su teléfono”.
Y cuando el teléfono es nuevo, señala el psicólogo, un poco de supervisión no es mala idea. Duffy compara los primeros meses de un chico con su teléfono a conducir con una licencia de aprendiz, un período donde se le exige al nuevo conductor que un adulto consciente le acompañe, ayudándole a lidiar con los posibles peligros. “Nunca espero que un niño sea capaz de entender las implicaciones y alcance de sus publicaciones en las redes sociales”, señala Duffy, quien en sus consultas como terapeuta familiar suele ver niños “con la idea persistente de que las redes sociales funcionan como una nota en clases, como si nadie fuera a verlo y no fuera permanente”.
La aleccionadora verdad es que cualquier cosa que se escriba en internet puede preservarse y difundirse sin control alguno. Incluso una publicación efímera de SnapChat o Wickr bien podría quedar grabada para la posteridad en cuanto algún adolescente inteligente tome una captura de pantalla de alguna publicación incriminatoria o inapropiada. En otras palabras, el problema no es solo la privacidad de tu hijo. El problema es que no existe privacidad en internet. Por lo tanto, es tu deber como padre, dice Duffy, educar a tu hijo y ayudarlo a evitar problemas de una forma que fomente la confianza mutua. “Te conviene generar situaciones donde el chico comparta información que el padre necesita”, agrega Duffy. No impongas tu autoridad entre el niño y su teléfono, diciendo por ejemplo: “Esto me pertenece, no tienes derecho sobre él”. En lugar de ello, establece un acuerdo.
¿De qué se trata exactamente ese acuerdo?
“El acuerdo no tiene que estar certificado”, dice Duffy entre risas. Puede establecerse durante una conversación o conversaciones regulares que expresen en esencia lo siguiente: “Hablemos sobre cómo funcionará esto de la mejor manera. Si me preocupa tu salud o seguridad, entonces cualquier cosa puede suceder. Revisaré tu teléfono”.
Duffy sugiere que durante los primeros seis meses, por ejemplo, podrías acordar con tu hijo tener acceso a toda la información en su teléfono. Posteriormente, a medida que tu hijo demuestra que entiende cómo usarlo de forma responsable, puedes ofrecerle más libertad. Tan solo recuerda, señala Duffy, que el papel del padre es mantener una conversación regular sobre el uso responsable. No se trata de crear la oportunidad de atraparlo con las manos en la masa.
Si sientas las bases desde el principio, dice Duffy, “cuando tu hijo tenga un encuentro virtual incómodo o incluso peligroso, se sentirá seguro de acudir a ti. Lo que suelo observar con demasiada frecuencia es antagonismo entre el hijo y el padre. Te interesa que tu hijo sepa: ‘Puedes acudir a mí si algo sale mal. No prometo que no me sentiré enfadado o decepcionado. Pero estaremos bien. Soy tu aliado’”.
La confianza debe ser mutua
Nancy Darling, profesora de psicología en Oberlin College y autora del blog de Psychology Today, “Thinking About Kids”, concuerda rotundamente en que cuando se trate del teléfono del niño y su privacidad, establecer un sistema de confianza y honestidad mutua es la mejor política. “Cada vez que hablas sobre confianza, cada vez que hablas sobre límites”, dice Darling, “desde su infancia, estás fomentando la idea de que tu hijo es digno de confianza”. Esta conversación incluye mostrarse proactivo a la hora de establecer los límites necesarios en caso de que surja una situación difícil.
“Puedes decir: ‘Este es tu teléfono y respeto tu privacidad, y estas son las ocasiones en las que podría necesitar revisarlo’”, dice Darling, quien incluye depresión severa, pensamientos suicidas, hostigamiento, sospechas de acoso, cortes e involucrarse con un depredador en la lista de situaciones a las que se debe estar atento. Sin embargo, agrega Darling, sentar esas bases de confianza y privacidad con tu hijo rendirá sus frutos durante la preadolescencia y más allá. “Respetar la privacidad de un niño le permite desarrollar intimidad con sus padres y confiar en ellos”, señala Darling. “Cuando los padres respetan el juicio y límites de privacidad de su hijo, este tiene mayores probabilidades de pedir ayuda cuando la necesite. No necesita defender su privacidad, pues está siendo respetada. También sabemos que cuando los padres invaden la privacidad, el niño sube la guardia y defiende su privacidad a través de mentiras. Los padres invaden más. El niño miente más. Es un círculo vicioso que empeora cada vez”.
La comunicación es esencial
De hecho, dice Darling, enfocarse en el teléfono es ignorar el problema central. “Es una simple herramienta. Leer los mensajes de texto de tu hijo no es muy distinto de escuchar a hurtadillas o leer su diario”. Darling les aconseja a los padres que mantengan la compostura evitando caer en husmeos innecesarios, ya sea intentando averiguar lo que habla tu hijo con sus amigos o con quién está saliendo.
Piensa en el teléfono como un extintor guardado en una caja de vidrio: rómpelo solo en casos de emergencia. Con tal propósito, Kevin Allison, un padre soltero de San Francisco con tres hijos, les pidió a sus hijos que le dieran sus contraseñas. “Guardamos las contraseñas en un sobre de papel, solo por si acaso”. El único detalle es, agrega Allison entre risas, “que no puedo estar seguro de haber recibido las contraseñas correctas”.
Darling cree que al establecer una confianza mutua, los padres pueden eclipsar la necesidad de husmear. “La mayoría de los niños son bastante sinceros casi todo el tiempo”, dice Darling. “La mayoría de los padres confía en sus hijos, y la mayoría de los niños confía en sus padres en cuanto a privacidad y teléfonos”.
En lo relacionado a la privacidad digital de tu hijo, la meta a corto y largo plazo es incentivarlo a ser honesto contigo. Es allí cuando resulta útil una herramienta poco sofisticada, aquella tan fácil de usar y sin costo alguno: hablar con tu hijo. “Cuando un padre revisa el teléfono de su hijo, esto dice más sobre el padre que sobre el hijo”, dice Maddie Salafsky, una estudiante de octavo grado de San Francisco. “Cuando los padres hacen eso, están traicionando un gran nivel de confianza”. También significa, agrega la estudiante, “que probablemente el padre no tiene una buena relación con su hijo y no quiere hablar con él de sus problemas. Antes de revisar el teléfono, el padre debería decir: ‘Oye, estoy preocupado por ti’. Eso es mucho mejor que husmear el teléfono”.
* Los nombres se han modificado para proteger la privacidad de las personas.
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