Estrés: ¡malo para el cuerpo, malo para el cerebro!

Hemos leído los artículos, hemos visto las noticias sobre el “asesino silencioso” y nos hemos quejado con amigos y familiares sobre lo estresados que estamos. Si bien todos sabemos que el estrés en los adultos puede provocar enfermedades graves, como úlceras e hipertensión, no asociamos estas enfermedades con los niños.

Pero las investigaciones sugieren que los niños con estrés crónico sí pagan un precio muy alto. De hecho, están en riesgo de sufrir daños cognitivos, ya que sus cerebros aún no están completamente desarrollados.

Cuando un niño experimenta estrés, el hipotálamo libera una hormona que se precipita a la glándula pituitaria cercana. La glándula pituitaria luego moviliza la producción de una segunda hormona que nada a través del torrente sanguíneo a las glándulas suprarrenales sobre los riñones. Las glándulas suprarrenales activan la adrenalina y el cortisol. La adrenalina acelera la frecuencia cardíaca del niño y eleva la presión arterial. El cortisol aumenta el nivel de glucosa en la sangre, incrementando la capacidad muscular y de memoria del niño y el umbral de dolor.

Entonces, te preguntarás qué hay de malo en eso. Entre una mayor capacidad de memoria y un aumento del umbral de dolor, ¿no ayudaría esto a los niños a aprender más rápido y mejor? Todo lo contrario. Nuestra reacción de lucha o huida ante el estrés está diseñada para situaciones de emergencia de vida o muerte. Hace mucho tiempo atrás, esta respuesta fisiológica al estrés nos permitía escapar (o luchar) de los depredadores paleolíticos, permitiéndonos prevalecer contra los peligros que duraban unos treinta segundos.

Desafortunadamente, los problemas y desafíos modernos requieren concentración y fortaleza a largo plazo, cosas que el estrés puede socavar.

¿Qué sucede cuando el cerebro está estresado, no por unos segundos, sino año tras año? Las hormonas del estrés terminan inundando nuestros cuerpos durante días, semanas, meses. (enlace en inglés) indican que el cortisol, específicamente, daña el cerebro si permanece allí a largo plazo. Cuando unas ratas de laboratorio en Israel, Alemania, EE. UU., China e Italia recibieron inyecciones diarias de cortisol de rata durante varias semanas, este mató las células cerebrales en su región del hipocampo, dejándolas deprimidas, ansiosas, temerosas, inmaduras, necesitadas e incapaces de aprender nuevos comportamientos.

El estrés crónico también afecta al cerebro de otras maneras.

En , Robert M. Sapolsky, profesor de psicología de la Universidad de Stanford, describe las muchas formas en que las funciones cerebrales se descomponen cuando están sometidas al estrés crónico. Él demuestra que los cerebros bajo estrés crónico tendrán problemas para aprender cosas nuevas y guardar material nuevo en la memoria.

En un estudio del 2006, los (enlace en inglés) de la Universidad Estatal de Arizona notaron que el estrés a largo plazo reducía las dendritas (ramas neuronales) en el hipocampo, tanto en longitud como en cantidad. Las dendritas proporcionan el camino por el cual se cimienta el aprendizaje nuevo y las lesiones del hipocampo (esencial para el funcionamiento de la memoria) conducen directamente a problemas de aprendizaje.

Nada de esto es bueno para el cerebro adulto, pero los cerebros en rápido desarrollo de los niños con millones de dendritas son especialmente vulnerables a los estragos del cortisol. Una (enlace en inglés) de (enlace en inglés) han encontrado que los niños que están expuestos a situaciones extremadamente estresantes, como la violencia en el hogar, tienen un coeficiente intelectual significativamente menor que los niños que no están expuestos a tales traumas.

El estrés es contagioso

Los propios niveles de estrés de los padres pueden afectar la cognición de sus hijos porque la tensión es “contagiosa”, explica David Code, autor de . Code afirma que, en circunstancias extremas, el estrés de los padres puede debilitar el desarrollo cerebral de un niño.

Los padres pueden hacer todo lo posible para proteger a sus hijos del estrés, pero a veces los giros y vueltas de la vida hacen que el estrés sea inevitable. Es por eso que los expertos dicen que es bueno exponer a los niños a los tipos correctos de estrés y enseñarles formas de lidiar con los tipos potencialmente dañinos.
“No todo el estrés es nocivo”, afirma Steven Finkbeiner, profesor de neurología y fisiología en la Universidad de California en San Francisco. “El acto de ‘aprender’ es una especie de estrés para el cerebro, pero este tipo de estrés mental puede ser bueno… puede conducir a la producción de factores que favorecen la salud neuronal y la formación de sinapsis”.

También es importante tener en cuenta que el daño causado por el estrés en el cerebro de los niños podría no ser permanente. “Los efectos del estrés no causan ‘daño cerebral’; son reversibles o tratables”, afirma Bruce McEwen, investigador de neuroendocrinología de la Universidad de Rockefeller.

Un antídoto poderoso

¿La cura? Todos los expertos a los que GreatSchools contactó parecieron estar de acuerdo. ¡El ejercicio! La actividad física estimula el crecimiento del hipocampo, y el ejercicio grupal (que incluye los deportes en equipo como el fútbol y los juegos como ‘pega y la traes’) fomenta el desarrollo de las neuronas.

Hace mucho tiempo atrás, nuestros antepasados reaccionaban audazmente ante el peligro utilizando la respuesta de lucha o huida. Luego, celebraban su victoria con bailes cardiovasculares y golpes en el pecho. No es necesario bailar a la luz de la luna para aliviar el cerebro estresado de tu hijo, pero el ejercicio, en sus innumerables formas, sigue siendo el mejor liberador de tensión para todos nosotros.

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