Cuando Kimberly Campoverde, de 8 años, llegó a P.S. 172 en kínder, se mantuvo mayormente en silencio y los maestros no estaban seguros de por qué. Ella hablaba español en casa con su familia ecuatoriana, pero ese no era el motivo.Los maestros pronto descubrieron que Kimberly tenía un caso serio de tartamudez, lo que sacudía su confianza y la dejaba tan frustrada que se arrojaba contra los muebles en un esfuerzo por obligarse a hablar sin tartamudear.

Ahora, en tercer grado, las habilidades de lenguaje y lectura de Kimberly han mejorado en una forma que no solo es notable para una niña que ha superado una barrera del lenguaje o tartamudez. Ella es una prueba del esfuerzo de una escuela contra uno de los problemas más preocupantes que enfrentan los educadores en la actualidad: el obstáculo de la lectura en tercer grado.

Leer para aprender

Estar al nivel de grado es significativo a cualquier edad, pero tercer grado es el año crucial cuando los estudiantes dan el salto de aprender a leer a leer para aprender. Es un obstáculo académico que, si se pasa por alto, puede atrasar a los niños, quienes luchan con los sonidos de las palabras mientras sus compañeros con más fluidez adquieren nuevos conocimientos aparentemente a la velocidad del rayo. Una vez que este tipo de retraso de aprendizaje existe, es difícil que los niños sigan el ritmo. De acuerdo con el análisis de la , 83 por ciento de los estudiantes de bajos ingresos tienen resultados por debajo del nivel de dominio en lectura a principios de cuarto grado, al igual que el 55 por ciento de los estudiantes con ingresos moderados y altos, dejando a los Estados Unidos con una sombría brecha global de dos tercios de los niños con resultados por debajo del dominio en lectura.

Más importante aún, la investigación muestra que cualquier niño que no esté leyendo bien para final de tercer grado es poco probable que se gradúe de la escuela secundaria. Además, los niños con lectura deficiente tienden a tener más problemas sociales y de comportamiento.

Una escuela pública que ha descifrado el código

En el salón fuera de la clase de tercer grado de Sara Levin, la especialista en lectura Antoinette Coppa se sienta en el suelo de baldosas con Kimberly mientras ella afronta un capítulo del libro. Junto con otros lectores que tienen dificultades, Coppa prepara a Kimberly página por página, fonema por fonema, ayudando en la tarea minuciosa de conectar palabras con sus significados. Aunque Kimberly tiene desafíos especiales, ella es un caso típico de muchos de los estudiantes en la escuela P.S. 172 Beacon School of Excellence (GreatSchools la califica con un 10), una escuela de pre-kínder hasta quinto grado en Brooklyn: ella viene de una familia de inmigrantes de habla española, que tiene dificultades con la lectura, y tiene un plan de educación individual (IEP) para estudiantes con algún tipo de discapacidad. Casi 30 por ciento de los estudiantes en P.S. 172 son estudiantes de inglés y aproximadamente 20 por ciento tienen un IEP, muy por encima de los promedios de la ciudad. Cuatro quintas partes de los estudiantes de P.S. 172 son hispanos y más de 86 por ciento califican para un almuerzo gratis y reducido.

A diferencia de muchas escuelas de alto rendimiento en las comunidades de menores ingresos de la ciudad, P.S. 172 es una escuela de vecindario. La escuela no es glamorosa, se encuentra en un edificio ordinario. Aunque tiene tableros inteligentes y está agregando computadoras, carece de gimnasio o de un salón artístico, y muchos salones sirven dos o tres propósitos.

P.S. 172 ha tenido éxito en donde otras escuelas han fracasado. En 2017, 93 por ciento de todos los estudiantes de tercer grado y 94 por ciento de los estudiantes hispanos de tercer grado tuvieron una puntuación de competente en la prueba de idioma inglés del estado. En comparación con el promedio global del estado de Nueva York, en el cual solo 43 por ciento de los estudiantes de tercer grado y apenas 33 por ciento de los estudiantes hispanos de tercer grado tuvieron una puntuación de competente. En matemáticas, todos los estudiantes de P.S. 172 son competentes. Estos logros han hecho que la escuela , notas A perfectas en los informes de progreso escolar de la ciudad.

Atención individual

En la clase de tercer grado de la Srta. Levin, algunos estudiantes están diseminados por el suelo durante el período de lectura, mientras que otros leen calladamente en sus escritorios. Los lectores avanzados se reúnen alrededor de un caballete en la esquina del salón debatiendo el libro con un especialista en lectura, mientras que Levin selecciona estudiantes para que le lean a ella individualmente durante unos 15 minutos cada uno. Fuera del salón, Coppa trabaja con Kimberly y otros tres lectores menos avanzados, ayudándoles a leer el libro . Coppa acepta que el libro es especialmente difícil. Cuando es el turno de Kimberly, ella lee el texto calladamente pero de forma fluida. Leer con fluidez, responder a las preguntas frente a los compañeros y abordar libros por capítulos son todas cosas nuevas para ella. Pero desde el principio de tercer grado, Kimberly ha avanzado varios niveles de lectura, y ahora se está aproximando al nivel de grado.

El éxito de P.S. 172 con los lectores que tienen dificultades está en su enfoque incansable en la comunicación y las observaciones del maestro. Mientras Coppa escucha a Kimberly leer en voz alta, ella anota sus observaciones en un cuaderno. Hay una observación para cada niño. “Escribimos muchas notas sobre los niños”, dice Levin, y los maestros las comparten. Incluso si no hay tiempo para una reunión o debate completo, explica la patóloga del habla Andrea Abramowitz, “tienes que encontrar una forma, aunque solo sea una nota autoadhesiva en la casilla”. Usando estas notas, los maestros ajustan su instrucción para adaptarla a cada niño.

Dado el pequeño grupo (18 estudiantes) de la clase de Levin, hay un nivel de supervisión de maestro en P.S. 172 que raras veces se ve en las escuelas primarias públicas de la ciudad de Nueva York. Hay un maestro sustituto regular, de modo que cuando ella no está sustituyendo a otro maestro, ella trabaja con grupos pequeños en los salones de clase regulares.

Creer es poder

En el otoño, el personal evalúa dónde está cada estudiante, dónde necesita estar en la primavera, y lo que cada estudiante necesita para llegar allí; y las evaluaciones continúan a lo largo del año. El progreso raras veces llega con facilidad, y todos en P.S. 172 hablan acerca del trabajo duro. La escuela ofrece un ambiente cálido, trabajadores sociales e incluso un dentista para ayudar a los estudiantes, pero no hay excusas para el fracaso. “Empezamos con la creencia de que los niños tendrán éxito”, dice él. “No es que tienen el potencial, no es que pueden tener éxito, sino que van a tener éxito”.

A pesar de las continuas evaluaciones y el enfoque en el éxito, P.S. 172 es relajada y acogedora. Los estudiantes no llevan uniformes y con frecuencia están diseminados por el suelo. Los niños están a gusto con los maestros. La asistencia llega a un 95 por ciento, muy por encima del promedio.

La tartamudez de Kimberly no ha desaparecido. Abramowitz ha trabajado con Kimberly desde primer grado desarrollando estrategias para superar esto. “Ella está muy consciente de su tartamudez, pero en una forma positiva”, dice Abramowitz. Kimberly dice que las estrategias ayudan a que sus palabras salgan “con mucha más fluidez”. Al parecer, la niña que apenas hablaba en el kínder ha progresado mucho. No solo tiene más confianza y capacidad, dice Levin, “ella no tiene miedo de asumir riesgos”. Ahora, con un creciente sentido de competencia, Kimberly, sin desanimarse ante la perspectiva de hablar ante un salón lleno de estudiantes todo el día, dice que quiere ser maestra.

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