Es probable que hayas tenido esta experiencia: Los niños han estado encerrados toda la mañana y ahora te dispones a llevarlos al parque, con la única intención de que estén al aire libre. En el auto, las peleas y el mal humor están a la orden del día, el mayor no quiere ir, el segundo se queja de que el tercero está cantando, el tercero rompe en llanto, y tú estás a punto de perder la cabeza. Sientes la certeza de que nadie regresará con vida de este paseo.

Sin embargo, cuando los niños salen del auto, todo cambia. Comienzan a correr por todas partes, a explorar, a ensuciarse, a descubrir rocas y a inventar juegos. Cuando llega la hora de empacar, todos tienen frío, hambre y la ropa sucia, pero han sufrido una transformación milagrosa.

¿Qué ocurrió, exactamente? Llámalo el poder restaurador de la naturaleza. Muchos padres observan estos efectos positivos todos los días. Desde que la madre y escritora de Florida, (enlace en inglés), creó un jardín orgánico en su patio trasero, este ha sido una gran atracción para sus dos hijos, aunque de formas distintas. “Mi hijo se acuesta en la tierra en busca de bichos, abejas y gusanos, y quiere aprender todo sobre ellos”, relata. “Mi hija es más observadora, le gusta tomar fotografías y dibujar todo lo que ve”.

, residente de Texas, cuenta que su hijo Timmy le suplica salir al aire libre todos los días, y que lo ha hecho desde muy pequeño. Timmy, actualmente de 5 años, tiene autismo y retrasos en el desarrollo; no habla. Cuando quiere salir, toma la mano de su madre y la dirige hasta la puerta. “Le encanta observar las ondas que se forman en la piscina y las sombras que producen los objetos por efecto del sol”, relata Reed. “No necesita un motivo para salir; simplemente quiere estar ahí”. Tras pasar un período al aire libre, Timmy se siente más tranquilo y tiende a interactuar más, cuenta la madre.

Cada vez son más las investigaciones que respaldan la evidencia anecdótica de los efectos terapéuticos de la naturaleza: en los niños, en los adultos y en la comunidad en general. Científicos del Landscape and Human Health Laboratory (Laboratorio del Paisaje y Salud Humana) de la Universidad de Illinois, por ejemplo, descubrieron que el tiempo al aire libre reduce los síntomas en niños con TDAH. Además, demostraron un vínculo entre la exposición a la naturaleza y niveles superiores de disciplina en las chicas, y un tercer estudio descubrió que la vegetación reduce el crimen en las comunidades urbanas. Una incluso encontró evidencia de que la naturaleza hace que las personas sean más empáticas.

Trastorno por déficit de naturaleza

A pesar de la evidencia, muchos niños en la actualidad tienen poco contacto con el mundo natural. En su revolucionario libro de 2005, , Richard Louv exploró el papel fundamental que la naturaleza cumple en estimular la imaginación y creatividad de los niños, fomentar la salud y desarrollar resistencia al estrés y a la depresión.

En Los últimos niños en el bosque, Louv acuñó el término “trastorno por déficit de naturaleza”, el cual definió como “el costo humano que resulta de la privación de la naturaleza, entre ellos: disminución del uso de los sentidos, problemas de atención y mayores índices de enfermedades físicas y emocionales”. Louv no tarda en señalar que el trastorno por déficit de naturaleza no es un diagnóstico médico o psicológico, sino un nombre que le otorgó a lo que él considera una condición social cada vez más extendida. El autor cree que esta condición juega un papel importante en los crecientes índices de obesidad infantil, Trastorno por Déficit de Atención (TDA), Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), depresión y otros problemas físicos y del desarrollo.

Louv señala que los niños de hoy en día pasan mucho más tiempo en casa del que pasaron sus padres. (De acuerdo a (Red de Niños y Naturaleza, enlace en inglés), una organización nacional sin fines de lucro cofundada por Louv, tan solo un 6 por ciento de niños entre los 9 y 13 años juegan solos al aire libre durante una semana normal). La urbanización cada vez mayor, los calendarios saturados, el miedo de los padres ante el crimen y otros peligros, y el atractivo de los medios electrónicos han recluido a los niños bajo techo y los han alejado del mundo natural. “Para una nueva generación”, escribe, “la naturaleza es más abstracción que realidad. Progresivamente, la naturaleza se convierte en algo que observar, consumir, vestir… ignorar”.

Los hallazgos de la (enlace en inglés) respaldan la desoladora descripción de Louv sobre las vidas jóvenes que se desarrollan entre cuatro paredes, y pegadas a las pantallas. Los investigadores de Kaiser descubrieron que los niños estadounidenses entre 8 y 18 años dedican un promedio de 7 horas y 38 minutos al día a los “medios de entretenimiento”, entre ellos las redes sociales, televisión, películas, computadoras, videojuegos, teléfonos móviles y reproductores de MP3. La cantidad de tiempo que los niños les dedican a los medios electrónicos ha aumentado una hora desde un estudio previo del 2004, y los investigadores ni siquiera incluyeron en sus cálculos el tiempo que los niños pasan enviando mensajes de texto.

Kyle Morrison, fisiólogo del ejercicio que trabaja con niños y adolescentes con obesidad en el en Grand Rapids, Michigan, observa diariamente los efectos del trastorno por déficit de naturaleza en su consulta. “Muchos de los niños que atiendo están completamente desconectados de la naturaleza”, señala. “Muchos de estos niños viven en áreas de actividad criminal y otros tipos de violencia urbana. Sus padres trabajan todo el día y no quieren que los niños salgan, ni siquiera al parque local, porque creen que es demasiado peligroso. Las familias no pueden permitirse unas vacaciones o pagar un campamento de verano, así que los niños se quedan todo el día en casa, sentados frente a la televisión o jugando videojuegos”. El resultado son adolescentes con obesidad y problemas de salud relacionados, entre ellos síntomas de prediabetes y apnea del sueño. Muchos sufren también de asma, una condición que Morrison cree que se ve exacerbada por la falta de ejercicio y de exposición a los alérgenos que el niño encontraría de forma rutinaria si pasara más tiempo al aire libre. Estima que entre 30 y 40 por ciento de niños que acuden a su consulta sufren de depresión y/u otros trastornos de ansiedad.

La tesis de Louv tocó claramente una fibra sensible, Los últimos niños en el bosque se convirtió en un éxito nacional, recibió premios y fue traducido en diez idiomas, y ha ayudado a informar a un creciente movimiento de padres y educadores que buscan combatir el trastorno por déficit de naturaleza.

Sal a jugar

  • Órdenes del doctor — Kyle Morrison trabaja con sus pacientes para lograr cambios en sus estilos de vida, como aumentar el ejercicio y mejorar los hábitos alimenticios; también se dedica a buscar becas y campamentos de verano, con la esperanza de que algunos de sus pacientes tengan la oportunidad de pasar una semana de vacaciones al aire libre. Más allá del costo humano del trastorno por déficit de naturaleza, a los profesionales de la salud como Morrison les preocupan los costos financieros de tratar a personas con condiciones como la obesidad, diabetes, asma y depresión. Cada vez más doctores tratan el trastorno por déficit de naturaleza de la misma forma que tratan otras enfermedades: para los pacientes, niños y adultos por igual.
  • La hora verde — Muchos grupos ambientales del país han iniciado campañas para incentivar a los niños y a las familias a pasar más tiempo al aire libre. La Federación Nacional para la Vida Silvestre, por ejemplo, recomienda que los niños pasen al menos una hora fuera de casa todos los días, la cual denominaron como la “hora verde”. El programa Construyendo Puentes al Aire Libre de The Sierra Club es un esfuerzo nacional para brindarles una experiencia al aire libre a todos los niños. Y la Alianza para Niños al Aire Libre (OAK, por sus siglas en inglés), recientemente inició una campaña de Facebook llamada Get Your Nature On (Disfruta de la naturaleza) para inspirar a los niños a pasar más tiempo al aire libre.
  • Educación en áreas silvestres — (BAWT, por sus siglas en inglés, o Programa de Formación en Zonas Silvestres del Área de la Bahía, enlace en inglés) proporciona capacitación en áreas silvestres para maestros y líderes de jóvenes; también tiene una “biblioteca” de préstamos donde maestros y otros grupos de personas pueden pedir prestado equipo para excursiones, como mochilas y tiendas de campaña, de forma gratuita. Maestros y líderes de jóvenes de toda el área de la Bahía, e incluso de lugares tan lejanos como Fresno y Los Ángeles, vienen a BAWT para recibir capacitación y pedir equipo prestado. Desde que fundó BAWT en 1999, el director ejecutivo Kyle Macdonald afirma que ha observado un aumento en el número de escuelas comprometidas en llevar a los niños a espacios naturales. Macdonald inició BAWT específicamente para niños de zonas urbanas porque, como líder de jóvenes y guía de áreas silvestres, había observado el poderoso efecto que la naturaleza podía tener. “Es muy profundo”, afirma Macdonald. “Observas cómo se abren los rostros de los niños, cómo se yerguen sus espaldas. Lo notas en las interacciones que tienen entre sí: el ligero acoso, la conducta llena de quejas y frustraciones, todo eso desaparece cuando se conectan con algo más grande que ellos mismos”.

Para Macdonald, se trata del futuro, no solo el de los jóvenes, sino de todo el planeta. “Si criamos a una generación de niños cuyas actividades se realicen únicamente entre cuatro paredes, nunca desarrollarán una relación con el ambiente, no verán motivo para que les importe. Conectar a los niños con la naturaleza de una forma que les haga pensar: ‘esto es divertido, este es un lugar en el que quiero estar’, creará una generación de guardianes ambientales”.