¡Decisiones, decisiones! El número de decisiones que tomamos diariamente nos pasa factura. Un estudio descubrió que los jueces conceden libertad condicional a los reclusos con citas programadas a primera hora de la mañana en el 70 por ciento de las veces. Sin embargo, los reclusos con citas programadas al final del día tienen muchas menos posibilidades de ser liberados. ¿Por qué? Tras haber agotado toda la energía destinada a tomar decisiones, los jueces optan por la opción más sencilla y menos arriesgada.

En reiterados experimentos, los investigadores han descubierto que no solo nuestro poder de tomar decisiones inteligentes disminuye tras tomar muchas decisiones, sino que nos vemos inclinados a evitar tomar decisión alguna. ¡Este hecho explica por qué al final de un largo día quieres hacer lo que resulte más sencillo!

Esta investigación también explica por qué nuestro hijo, quien cuenta con tantas opciones, podría no lucir tan feliz o fuerte como “debería”. Puede que su día a día incluya demasiadas elecciones triviales. Por lo tanto, la próxima vez que te sientas tentado a plantearle otra elección a tu hijo: ¿pan tostado o cereal, manzana o uvas, Netflix o Hulu? ¡Reconsidéralo! (O mejor, ¡decide por él!) Preserva su fuerza de voluntad para planear la maqueta de Mesopotamia o dibujar el proceso de la fotosíntesis.

Tomar buenas decisiones cuando vale la pena

Los estudios también sugieren que no existen “personas que toman buenas decisiones”. “La buena toma de decisiones no es un rasgo personal, en el sentido de que siempre esté presente”, afirmó el psicólogo social Roy F. Baumeister al New York Times Magazine. “Se trata de un estado que varía”. Las personas que entienden este hecho ahorran la energía que se gasta en la toma de decisiones mediante estrategias destinadas a evitar la toma excesiva de decisiones pequeñas. Por ejemplo, comer avena todas las mañanas en lugar de decidir qué comer. O establecer un plan habitual para caminar todas las tardes con un amigo o miembro de la familia, en lugar de tener que decidir cómo incluir ejercicio en su día a día.

Las rutinas y hábitos estrictos con respecto a dormir, ejercitarse, comer y estudiar les enseñan a los adultos y a los niños a tomar buenas decisiones sin consumir demasiada energía. Dichas rutinas les ayudan a los niños a evitar algunas de las decisiones que podrían acarrear consecuencias nocivas. Decisiones como: “¿debería acostarme ya, de manera que descanse lo suficiente para la prueba de mañana, o me quedo hasta tarde viendo televisión?”, o “¿debería comer algo saludable en el desayuno o elijo este trozo sobrante de pastel?”.

Combatiendo la fatiga por la toma de decisiones con una buena alimentación

La investigación también indica cómo ayudar a tu hijo cuando comienza a padecer fatiga por la toma de decisiones: alimenta su cerebro. Literalmente.

Los psicólogos sociales han descubierto que aumentar los niveles de glucosa en el cerebro ayuda a las personas a reponer su fuerza de voluntad. Por lo tanto, cuando tu hijo se sienta abrumado, una pequeña merienda podría ayudar. Mejor aún, una merienda rica en proteínas (servida mucho antes de que comience a perder la cabeza) le ayudará a conservar suficiente energía para decidir cómo hacer frente a la tarea de esa noche.

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