Cuando Charlie*, el hijo de 7 años de Melanie, era más pequeño, solía tener berrinches temperamentales de grandes proporciones que se daban abruptamente. Ella pensó que los berrinches se debían a que aún era un infante. Pero se sorprendió al ver que su enojo se intensificaba a medida que crecía. “Tenía una expectativa poco realista de que se le pasaría al crecer. Su enojo se volvió más físico y decía cosas que herían mis sentimientos”.
Melanie intentó todo lo que se le ocurrió para tratar de calmar las tormentas emocionales de su hijo. Cuando enfrentaba el enojo de su hijo con el de ella, solo empeoraba las cosas. Al igual que quitarle un juguete o privilegio. Cuando comenzó la pandemia, sus arrebatos se hicieron más explosivos. “Toda su vida ha sido impulsivo y presto a tener emociones intensas”, cuenta Melanie. “Todo eso se ha exacerbado con la pandemia”.
La estrategia estándar y milenaria de lidiar con el enojo de un niño es algún tipo de castigo. Reducir el tiempo que puede usar dispositivos electrónicos, decirle que se retire “a pesar en lo que ha hecho”, tener una conversación seria o peor, responder con algún tipo de castigo grave. Pero los expertos en disciplina positiva dicen que estas estrategias hacen muy poco para mejorar el temperamento del niño. ¿Por qué? Porque los adultos suelen enfocarse demasiado en el enojo como tal, cuando, de hecho, el enojo es un síntoma que oculta otras emociones que el niño quizás no sepa (aún) cómo identificar y regular.
El objetivo es dejar de ver al niño enojado como simplemente un niño enojado. En cambio, los padres tendrán mayor éxito si ven más allá del arrebato y cuestionan lo que sucede dentro de su estudiante de primer o segundo grado.
Mira más allá del enojo (y ve a tu hijo)
“Sin importar cuán enojado esté tu hijo, una de las mejores estrategias es identificar qué sentimiento está ocultando tu hijo”, explica la experta en desarrollo infantil Jane Nelsen, autora de la popular serie de libros . El enojo puede ocultar la tristeza porque un compañero de clase fue poco amable, los celos cuando piensan que un padre prefiere a un hermano, la vergüenza de aún no haber aprendido a andar en bicicleta. A menudo, los niños de esta edad se portan mal porque tienen miedo de decepcionar a sus padres. Les aterra que, si no son los hijos que ellos creen que sus padres esperan, dejarán de quererlos.
Melanie notó que esto era lo que pasaba con Charlie. “Su frustración y desconfianza en sí mismo se manifiesta en ataques de ira”, dice. “Cuando se enoja, es porque no puede hacer algo, como una tarea de la escuela. Grita ‘¡No creo que soy lo suficientemente bueno!’”. Entonces, lo que puede parecer un niño enojado es, al verlo con mayor detenimiento, un niño con dolor emocional.
Comprende que los niños se enojan, y eso está bien
Otra vieja creencia sobre los chicos y el enojo es que los chicos no deberían enojarse. Un chico “bueno” se porta bien y es agradable. Un chico “malo” se enoja, ya sea gritando abiertamente, respondiendo físicamente o más sutilmente, refunfuñando o lloriqueando. Los expertos en disciplina positiva instan a los padres de hoy a reconsiderar estas creencias.
“Molestarse es algo normal de la vida, y los niños sienten las cosas con mayor intensidad”, dice la Dra. Nanika Coor, una psicóloga clínica de Brooklyn que se especializa en trabajar con padres. Coor enfatiza la importancia de reconocer que, a esta temprana edad, los niños están atravesando un desarrollo social, emocional y cognitivo dramático, lo que significa que están lidiando con muchos sentimientos nuevos, intensos y confusos. “Tienen un control de los impulsos y una regulación emocional poco desarrollada”, explica Coor. “Es normal, desde el punto de vista del desarrollo, que un niño pequeño pierda el control de sus emociones”.
Permítele expresar su enojo
Si bien puede ser difícil, hace maravillas que a un niño le permitan expresar sus sentimientos, por tormentosos que sean. El simple hecho de darle permiso a tu hijo para enojarse puede (contrario a lo que pudiera pensarse) ayudarlo a sentirse menos enojado a largo plazo. La razón, explica Coor, es que “los niños que sienten que los ven y los escuchan se sienten comprendidos. También los ayuda a sentirse seguros porque no les preocupa que sus padres los rechacen si se sienten mal”.
Coor dice que, en un arrebato típico, un estudiante de primer o segundo grado puede “llorar, gritar, dar portazos y caminar dando pisotones”. Se necesita determinación para mantener la calma, pero haz todo lo posible por concentrarte y escuchar lo que tu hijo está comunicando, en lugar de reaccionar al enojo en sí.
“Acepta su ira y el malestar subyacente, estés de acuerdo o no”. Esto se podría hacer diciéndole: “Veo que estás realmente enojado porque te dije que tienes que dejar de jugar tu videojuego”. Al escuchar y respetar sus sentimientos, “ayudarás a tu hijo a pasar de la ira a la emoción más profunda”.
Evita los castigos
Coor cree que los padres van demasiado rápido al castigo, insistiendo en que eso rara vez resuelve un problema y generalmente lo empeora. “No se puede castigar por tener sentimientos”, dice Coor. “Su enojo significa que se sienten inseguros y su sistema, en modo de lucha o huida, está respondiendo a una amenaza percibida… Necesitan comenzar a sentirse seguros para calmarse”.
Sé su modelo emocional
Para ayudar a que un niño estresado (es decir, enojado) se calme, Coor sugiere decir algo más o menos así: Veo que las cosas se te están escapando de las manos. No estás solo. Me quedaré contigo. Ofrécele un abrazo o una caricia. Hazle entender a tu hijo que quieres escuchar lo que tiene que decir. Una vez que todos se hayan calmado, pueden tener una conversación sobre lo que le estaba sucediendo a tu hijo cuando explotó. Aunque a esta edad puede que no lo sepa, esto puede ayudar a tu hijo a aprender a identificar y nombrar emociones, como enojo, tristeza, frustración, aislamiento, desilusión, etc., lo que ayuda a los niños a aprender a comprender y procesar mejor su enojo a medida que crecen. También es un buen momento para hablar sobre lo que podría ayudar a tu hijo a sentirse menos fuera de control la próxima vez. Este también es el momento, dice Coor, de disculparte con tu hijo si perdiste la calma. De esa manera, puedes demostrarle a tu hijo cómo aceptar la responsabilidad por un comportamiento poco amable.
Coor dice que el modelo más antiguo de crianza es querer controlar a un niño. Pero es más poderoso enfrentar la ira de un niño con 貹í. “Enfrentar las emociones intensas de un niño con 貹í le deja saber que entiendes lo difícil que son las cosas para él en ese momento”.
Cada vez que las emociones intensas de un niño son abordadas con comprensión, e idealmente, con calma, él recibe señales de cómo autorregularse. Enseñarle a tu hijo a autorregularse para que pueda calmarse de forma segura hará maravillas tanto en el momento como a largo plazo, a medida que crezca y se convierta en un adolescente y un adulto que pueda regular emociones difíciles.
Ayúdalo a manejar mejor las emociones difíciles
Después de que ambos se hayan calmado, pregúntale a tu hijo por qué está enojado. Nelsen dice que esta técnica sencilla casi siempre funciona. Los niños a menudo encontrarán las palabras para explicar por qué están enojados, si tan solo los padres los escuchan. Tu hijo también te dirá qué lo ayuda a sentirse menos enojado.
Mientras hablan sobre lo que sucedió cuando tu hijo estaba enojado, usa frases en primera persona, como: “Me lastimaste cuando me hablaste de esa manera”, para ayudar a tu hijo a reflexionar no solo sobre cómo se sintió él, sino también sobre cómo sus acciones hicieron que cada uno de ustedes se sintiera. Reconocer y nombrar estas emociones ayudará a tu pequeñín a desarrollar el vocabulario emocional y la conciencia de sí mismo para manejar mejor las emociones difíciles la próxima vez.
Asegúrate de que no sea algo más serio
Si la ira de tu hijo parece ser extrema, vale la pena buscar la ayuda de un terapeuta. Muchos niños que lidian con emociones extremas tienen trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y/o trastorno oposicional desafiante. “Si tienes un hijo demasiado volátil, yo buscaría ayuda”, recomienda Coor.
Además, algunos niños como Charlie, se sienten tan infelices que se desesperan. Luego de meses tolerando la pandemia, Charlie le decía a su madre que quería morir. Ahora, Charlie está viendo a un terapeuta. Al tratar a Charlie, el psicólogo Dawson se ha dado cuenta de que muchos de los arrebatos de Charlie tienen que ver con sus sentimientos de autoestima.
Encuentra lo que funciona para tu hijo
Al hablar de lo que lo hace feliz, Charlie ayudó a su madre a encontrar mejores formas de lidiar con su enojo. “Él me dice: ‘Me encanta cuando eres una mamá graciosa’”, dice Melanie. “Sabiendo eso de él, a veces lo agarro, lo abrazo y le hago cosquillas, lo que a él le parece muy divertido. Hay algo en ese contacto físico que lo hace reír, por lo que es difícil para él seguir enojado”.
Al ir directamente a la fuente (en este caso tu propio hijo), como padre puedes aprender mucho. A esta edad tan temprana, es posible que tu hijo no siempre sepa por qué se siente enojado, pero probablemente puedas ayudarlo a que se sienta más seguro y menos fuera de control. Después de todo, si bien la ira puede asustar a un padre, puede ser aterradora para tu pequeño hijo. Para Charlie, la respuesta a la pregunta “¿qué te ayuda a no enojarte?” es rápida e inequívoca: “¡Los abrazos de mi mami!”.
* El nombre de Charlie se ha cambiado para proteger su privacidad.
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