El otro día estaba escuchando un (enlace en inglés), cuando oí un intercambio que me hizo gracia y me hizo reflexionar. El reportaje, realizado por la corresponsal nacional Tovia Smith, trataba sobre el creciente número de escuelas que intentan inculcar “determinación” — perseverancia ante la adversidad — en sus estudiantes. Smith se centró en una de esas escuelas:
Tom Hoerr dirige la New City School, una escuela primaria privada en St. Louis, Missouri, que ha estado trabajando en la determinación. Uno de los dichos que se escuchan mucho por aquí es: “Si nuestros hijos se gradúan de esta escuela sin nada más que el éxito, entonces les hemos fallado, porque no han aprendido cómo responder a la frustración y al fracaso”, dice Hoerr.
Luego de pasar años centrándose en la teoría conocida como “inteligencias múltiples” y de intentar enseñarles a los niños a su propio estilo, Hoerr dice que ahora saca a los chicos de su zona de confort intencionalmente.
“El mensaje es que la vida no siempre es fácil”, dice Hoerr. Su objetivo es asegurarse de que “por mucho talento que tengan se topen con un obstáculo, para que aprendan a levantarse, a encontrarse con otro obstáculo y a levantarse de nuevo, para, finalmente, perseverar y tener éxito”.
“Es un gran cambio para todos”.
Parte del cambio parece ser la punta de lanza asociada a seguir un conjunto de tendencias educativas (“inteligencias múltiples” y “estilos de aprendizaje”), y luego cambiar de dirección para seguir otro conjunto de tendencias (“determinación” y “mentalidad de crecimiento”).
La determinación, una idea desarrollada por la profesora de Pennsylvania, Angela Duckworth, y la mentalidad de crecimiento, un concepto investigado por la profesora de Stanford, Carol Dweck, tienen más apoyo empírico que las teorías atractivas, pero no comprobadas, de las inteligencias múltiples y los estilos de aprendizaje.
Pero incluso dejando a un lado la cuestión de las tendencias educativas, la experiencia del director Tom Hoerr, documentada en el segmento de la NPR, saca a relucir una cuestión con la que los padres y los maestros luchan constantemente: ¿Debemos facilitar el aprendizaje de los niños o hacerlo más difícil?
La respuesta, de acuerdo con las investigaciones sobre ciencia cognitiva y psicología, es que debemos hacer las dos cosas.
En primer lugar, pensemos en cómo y por qué podríamos facilitar el aprendizaje. Esto tiene que ver con lo que los psicólogos llaman “carga cognitiva”, es decir, la cantidad de información que debemos considerar mientras resolvemos un problema. Décadas de investigación han demostrado que esta capacidad es bastante limitada.
El psicólogo de Harvard, George Miller, dijo que podíamos retener siete piezas de información en nuestra mente a la vez (lo llamaba “el mágico número siete”), pero se refería a estudios que utilizaban números, letras o símbolos simples. Cuando las piezas de información son más complejas, como los conceptos o los hechos, el número que podemos retener en la mente se reduce a unas cuatro. Y si manipulamos o combinamos activamente esas piezas de información, como hacemos en la mayoría de los tipos de resolución de problemas de la vida real, el número de cosas que nuestra mente puede retener se reduce aún más, hasta quizá dos o tres.
El problema es que muchas de las tareas que les pedimos a los estudiantes tienen una carga cognitiva demasiado grande. Pierden la noción de lo que están haciendo, cometen errores, se pierden y se rinden. Incluso si resisten lo suficiente para resolver el problema, no les queda suficiente capacidad mental para reflexionar sobre lo que han hecho y el aprendizaje realmente ocurre con la reflexión.
Entonces, la forma en que debemos facilitar el aprendizaje es reduciendo la carga cognitiva, especialmente cuando introducimos materiales nuevos o complicados. (Los padres y los maestros, que ya son expertos en estas cosas, a menudo no se dan cuenta de la carga cognitiva que les imponen a los niños y a otros aprendices). Ve más despacio. Divide las ideas complicadas en partes más pequeñas, tomándolas de una en una. Ofrece muchas oportunidades de practicar con retroalimentación. Evita el uso de jerga y otros términos técnicos. Elimina la información extraña o que distraiga y céntrate solo en lo que el estudiante necesita saber en ese momento.
Tiene sentido. Pero ¿qué pasa con dificultar el aprendizaje? ¿Hay alguna razón para hacerlo? Sí, hay dos razones. La primera razón para dificultar el aprendizaje es hacer que sea interesante. Aprender algo nuevo y complicado es difícil de por sí, como hemos visto antes. Aligerar la carga cognitiva del estudiante le permitirá aprender más eficazmente sin frustrarse ni confundirse.
Pero una vez que el estudiante alcanza cierto grado de dominio, aumentar la dificultad le ayudará a mantenerse en el “punto perfecto”, donde la tarea no es demasiado difícil como para ser frustrante ni demasiado fácil como para ser aburrida. Este es también el lugar en el que los estudiantes pueden practicar su encuentro con la adversidad y los desafíos, y cómo superarlos, una experiencia clave en el desarrollo de la determinación.
La segunda razón para hacer que el aprendizaje sea más difícil es que hace que el aprendizaje funcione mejor. El psicólogo de la UCLA, Robert Bjork, ha desarrollado la idea de las “dificultades deseables”, es decir, las dificultades que realmente queremos introducir en el aprendizaje de los estudiantes para que este sea más eficaz. Bjork señala que muchas de las actividades de aprendizaje que hacen que los estudiantes se sientan competentes y con éxito (como leer varias veces un pasaje del libro de texto para que les resulte familiar) en realidad hacen muy poco para ayudarles a aprender. Lo que deberían hacer en su lugar, por ejemplo, es cerrar el libro de texto y tratar de recordar lo que acaban de leer.
No se sentirá igual. Les costará recordar las palabras que tenían delante de sus ojos. Pero esta actividad, conocida como práctica de recuperación (o simplemente autoevaluación) es un ejemplo de dificultad deseable que aumentará drásticamente el aprendizaje de los estudiantes.
A diferencia de los estilos de aprendizaje, la teoría de la carga cognitiva y la teoría de las dificultades deseables tienen mucho apoyo en la investigación. No tendrás que preocuparte de que aparezca otra tendencia que las desplace dentro de unos años. Y mientras tanto, tendrás una buena respuesta a la pregunta de si deberíamos hacer que el aprendizaje sea más fácil o más difícil. Recuerda: debemos hacer las dos cosas.